11 enero 2017

La vida... de perfil

Hace poco tuve la desgracia de ver un suicidio en vivo y en directo a través de una red social, vi a una criatura quitarse la vida y pedir disculpas por no haber sido lo suficientemente buena o lo suficientemente fuerte.

He visto todo lo bajo que tiene internet para ofrecer, hace años que habito ese mundo etéreo y pude ver con el pasar del tiempo como se fue transformando de una fuente de información y comunicación a un monstruo social que se alimenta de la necesidad de las personas, la necesidad de dejar de ser invisibles, de ser vistos por quien les gusta, por sus amigos, por sus familias, veo como se imponen estándares de belleza, modas y como en un abrir y cerrar de ojos se destruye la vida de una persona con tan solo un click.
Por qué digo que es un monstruo social? Porque para quienes no saben utilizarlo se muestra amigable, te da la oportunidad de mostrarte al mundo, de compartir tu día a día, tus fotos con amigos, tu mascota, que cenaste, tu lugar de trabajo, tus salidas. Inocentes aquellos que no pueden ver al lobo envuelto en la piel de un cordero que se deleita y crece pornográficamente a niveles exponenciales creando deidades efímeras con fecha de caducidad que son seguidas por grandes y chicos, que moldean mentes al punto de convertirlos en clones de su imagen de adoración, las grandes marcas sponsoreando a peleles que no tienen nada para decir, que no dejan enseñanza alguna, que se desdoblan y dejan su lado humano para convertirse en un producto viviente.


Se compra el producto elegido por el mismo producto, la belleza se vende como un cuerpo trabajado, con los músculos marcados, la felicidad se muestra como un despilfarro de dinero o el deber de tener el artículo de moda para ser parte del rebaño, hay quienes se niegan a ser parte, hay quienes quieren ser parte y no pueden, se hace lo imposible por pertenecer aunque tengan que dejar de lado su dignidad. Se segrega a quien no puede, se denigra al que poco le importa pertenecer, hordas de fanáticos, perversos y sociópatas que poco les importa el calibre de la munición que usan para acribillar a sus víctimas disparan sin piedad contra la psique del individuo aniquilando a veces incluso su deseo de vivir. Malditos aquellos que con una palabra truncan un sueño, pobres infelices los que se creen superiores al resto y se ven envueltos en un manto de pureza porque están avalados por los estándares y las modas.


Cuando nos volvimos tan descartables? Nos volvimos descartables desde el momento que no leímos los términos y condiciones de la tan afamada Vida 2.0, la prostitución por el Like, rifar nuestros valores al mejor postor y nuestro amor al/la dios/a de turno.

Que equivocados estábamos al pensar que esto nos iba a unir más, nunca estuvimos más lejos de la verdad que en aquel momento en el que compramos todo este circo, tuvimos la oportunidad de convertirlo en algo que realmente valiese la pena y lo convertimos en un burdel de la más baja calaña.