Uno
generalmente tiene la cabeza ocupada en muchas cosas, trabajo, estudio, amigos,
pareja, su hogar, sus mascotas y un sinfín de variados pensamientos que abundan
en la cabeza de una persona común y corriente, quizás por eso la muerte le pega
tan duro a la mayoría cuando toca a un familiar, amigo, mascota, ser querido,
porque justamente en lo que menos pensamos es en la muerte, otros muy pocos
como yo, la miramos de reojo, sabemos que está y que su dedo efectivamente nos
señalará a nosotros.
Cuando
pensamos en la muerte pensamos como algo terrible, le hacemos un millón de
preguntas y pretendemos que nos de ese millón de respuestas que a fin de
cuentas jamás nos va a dar, porque la muerte en sí misma es la única respuesta
a ese millón de preguntas. Es el juez y el
verdugo al mismo tiempo, quien nos marca el final de nuestro tiempo en este
mundo terrenal, en lo que consideramos tangible, muchas veces la creemos
injusta por llevarse a una buena persona y le damos el adjetivo de sabia cuando
se lleva a quien hizo el mal.
Para no
dar vueltas al asunto en demasía, la muerte este fin de semana me tocó de cerca
y decidió que mi abuela, mi segunda madre había cumplido su ciclo en esta vida,
se la llevó en paz, en silencio, sin dar señales, vi a mi familia llorar,
sufrir y me sorprendió que yo no haya podido derramar una lagrima, pensé que me
había vuelto una persona fría, sin sentimientos y ensimismado en esta
interrogante, me di cuenta de que no había lagrimas por derramar, la disfruté
tanto en vida, me regaló tantos momentos inolvidables, tantas enseñanzas que mi
corazón supo que despedirla con lagrimas era opacar tanta felicidad recibida,
decidí sonreír, opté por acercarme a su cuerpo, que supo ser tan cálido como un
hermoso día de verano, para sentirlo frío, su alma había dejado el cántaro que
su cuerpo supo ser para volverse imperecedero, se fundió en nuestros corazones, en nuestra
memoria, un lugar en donde lo que nos hizo y quien nos hizo felices vive
eternamente, se convierte en la energía necesaria para seguir caminando,
luchando y sintiéndonos protegidos en cada paso que damos, cada quien tiene sus
creencias y no pretendo que esto se comparta en su totalidad, es mi experiencia,
lo que siento, lo que me corre por dentro.
Sé que
cada vez que sienta el olor de los jazmines, cada vez que entre en una cocina y
alguien esté cocinando algo bien rico y con amor y ese aroma entre en mi nariz,
que cuando alguien me cuente su historia de vida, sobre su niñez, cada vez que
alguien me rete por cosas que hago mal, su voz, su cara, todo el tiempo que
pasamos juntos va a volver a hacerse presente y me va a hacer sonreír y voy a
mirar al cielo y te voy a volver a agradecer por todo el amor que me diste.
Sé que
nos vamos a volver a ver, pero no todavía.